Prueba de la Ducati 1000 Sportclassic

Los entusiastas de la vieja escuela deben haber estado encantados cuando Ducati anunció la producción de la serie SportClassics. El aspecto retro es fiel a las leyendas de la época de Paul Smart, pero no te equivoques, bajo el traje se esconde una máquina completamente moderna. Un desmo encendido doblemente está listo para soltar la pólvora. La Ducati 1000 Sport ha hecho todo lo posible para dar la cara, como un retornado decidido a recuperar el tiempo perdido. La apuesta de mezclar épocas para llevar el diseño actual en la dirección equivocada y clavar el clavo con eficacia. ¡Ma che grandioso!

La Ducati 1000 SportClassic café racer tiene mucho carisma, señala el concesionario de motos segunda mano Granada Crestanevada. No importa si eres un fanático del género, captará tu atención. La cresta blanca del traje de noche hace que parezca pintura de guerra. Horquillas Marzocchi invertidas, amortiguadores Sachs twin, frenos Brembo, el bicilíndrico 1000 SS saliendo 92 gruñidos, sabe cómo estimular la curiosidad.

Los brazaletes, como si estuvieran sujetos a las orejas del faro, sugieren que la comodidad es espartana. La primera sorpresa agradable viene del asiento. Amplio y confortable, apreciamos la vuelta al pasado. Sin embargo, no esperes poner nada más que un cepillo de dientes bajo este asiento, el maletero es simplemente inexistente. El salpicadero es una pieza muy bonita, que ilustra el bello acabado del modelo con contadores en blanco y negro y contornos cromados. Estos últimos cobran vida cuando el motor se despierta, con un ruido muy característico de la sangre que corre por sus venas. Esto es, queremos saborear la nostalgia.

Me he bajado de la CBR, todavía con el cosquilleo de todos sus conductos después de un poco de recorrido, y aquí estoy en la Ducat. Al final, no es una posición tan extrema. No compite con una Goldwing, pero para una moto deportiva, me parece bastante dentro de lo normal. La segunda sorpresa en la primera curva fue lo fácil que era entrar en ella. En comparación con la mía, que es bastante difícil de conducir, se sumerge en la curva con un simple empujón. Y luego, una vez en la esquina, se sienta, como en una barandilla de la que no se mueve. Es un estímulo para la confianza desde las primeras vueltas.

Ruedas de radios, por cierto, y del tipo de radios que requieren una cámara de aire. El aspecto retro significa que hay que hacer concesiones, es normal. El motor, en cambio, es mucho menos retro: un bicilíndrico en L de doble chispa con distribución desmodrómica, 2 válvulas por cilindro, refrigeración aire/aceite e inyección electrónica. Muy suave a bajas revoluciones, sube de vueltas rápidamente pero no demasiado fuerte, y ofrece una buena extensión. Es casi demasiado tranquilo. Un diente menos en el piñón debería devolverle algo de su ferocidad.

La tranquilizadora frenada del motor te permite dar cuerda en pistas reviradas, e incluso te invita a engancharte al juego. Vibra nada más entrar en las revoluciones, sientes que vive, que se manifiesta, que se comunica. Te montas en el par, cortas en la entrada y zumbas el gemelo para salir. El traqueteo ronco vibra en su columna vertebral. Pero la melodía del gemelo italiano queda amortiguada por los dos silenciadores originales, ¡un incentivo para invertir en un par de Termi! Ah, las vibraciones también hacen que los espejos se inclinen, así que eso es floklore. Los ducatistas te dirán que hay demasiado par en este molino y por eso es el viento el que se lleva los espejos. Pero claro…

Un poco de exceso de optimismo, tomamos los frenos del café racer y aquí está la tercera sorpresa. ¡¡¡Ahhhhh!!! Yo habría apostado por más mordiente y potencia. No hay que tener miedo de apretar la manivela e ir a por todas. Aunque está equipado con latiguillos de Aviación, el freno delantero es un poco esponjoso y le falta firmeza. Vale, me daré un poco de margen en los frenos, si no uno de ellos se pondrá en verde detrás de mí.

Esta horquilla invertida encaja perfectamente. Es un tratamiento rejuvenecedor que le da agilidad y firmeza, que invita a atacar. Y cuanto más se ataca, más parece encontrar sus instintos naturales. Siempre se mantiene compacto, preciso y fiel a su posición. Es suficiente para hacerte sentir como un corredor de grandes premios en los viejos tiempos. La distancia al suelo da mucho espacio para maniobrar, encontrarás los límites de los neumáticos ciertamente antes que los de los estribos.

Un aspecto setentero y, sin embargo, nada parecido a una antigüedad. Aunque es evidente que el público principal es el amante de las motos antiguas, la Ducati 1000 Sportclassic no sólo es interesante desde el punto de vista estético. También es adecuada para aquellos que buscan un bicilíndrico con par, fiable y suave, una moto juguetona con una conducción deportiva. Y la originalidad es buena. Desprende una falsa inocencia e incluso ha demostrado ser una forma eficaz de conseguir que la policía se suba al carro.